Puerto Rico es mi fuerza”. Con esa expresión, la puertorriqueña Mónica Puig Marchán explica la gesta histórica que acaba de realizar al conseguir para su patria la primera medalla de oro en unos juegos olímpicos, con su actuación estelar en el deporte del tenis durante los Juegos Olímpicos que se celebran en Río de Janeiro, Brasil.
Para ganarse esa medalla de oro, que la convierte en primerísima figura del tenis mundial, Mónica tuvo que de luchar largo y tendido. Se enfrentó a rivales poderosas, entre ellas algunas de las principales raquetas femeninas del mundo, en seis partidos durísimos. Pero, tal y como ella señaló, este era su momento.
Y así lo demostró su actuación contundente durante todo el torneo, y su victoria limpia y clara en el juego por la medalla de oro. Sin duda, estamos ante la mejor tenista del mundo al presente y, además, boricua, lo cual ha quedado consignado para la posteridad en los anales del olimpismo mundial.
En los días transcurridos desde que Mónica convirtió su oro en nuestra alegría, se ha dicho y escrito mucho sobre el significado de su victoria, una victoria fraguada en 67 años de participación deportiva internacional, por parte de cientos de atletas puertorriqueños, hombres y mujeres que, con recursos o sin ellos, han dado alma, vida y corazón para representar dignamente a nuestra patria en el escenario deportivo internacional.
Mónica es la heredera triunfante de la honrosa tradición que se inició en el 1948, con la primera participación de Puerto Rico en unos juegos olímpicos, y que sigue empeñada en que nuestro país sostenga en alto su soberanía deportiva, como medio de ocupar nuestro espacio en el deporte más allá de nuestras fronteras.
Porque es consciente de ello, Mónica no ha dejado de repetir cuánto quería ganar esa medalla, no solo por el significado que tiene para ella como atleta del más alto nivel en su deporte, sino, sobre todo, para hacer cumplir su sueño y el nuestro de que sonaran con fuerza los acordes de nuestro himno nacional, La Borinqueña, y que se elevara en todo su esplendor nuestra bandera en lo más alto del podio olímpico.
La medalla de oro que logró Mónica es un hito también porque la logra una mujer, precisamente en el año en que, por primera vez, las atletas mujeres son la mayoría de la delegación que nos representa en Río de Janeiro, y que está encabezada por la Presidenta del Comité Olímpico de Puerto Rico, Sara Rosario, la primera y única mujer en haber presidido el máximo organismo deportivo nacional.
Mónica Puig Marchán logró un triunfo deportivo enorme que nadie antes que ella había logrado. Lo hizo sin alardes ni fanfarrias, motivada solo por el noble deseo de convertir su sueño en motivo de orgullo para la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Sobran, pues, las razones para celebrar este momento perfecto, en el cual ella marcó para siempre la historia de su vida y la de Puerto Rico.
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