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Editorial
Rubén Berríos Martínez
Presidente Partido Independentista Puertorriqueño
La Casa Blanca habló con claridad: “promételes unos chavitos más y verás cómo se calman”.
Es lo que hicieron el siglo pasado cuando ante la amenaza entonces de la independencia, incrementaron la dependencia en fondos federales y disfrazaron la colonia con el nombre de ELA. Ahora ante una potencial petición de estadidad repiten la cínica estrategia de “por chavos baila el mono” y confirman su objetivo inalterable, perpetuar el territorio.
Postulan como opción válida un ELA que ellos mismos afirman es un estatus territorial, alternativa que nadie en Puerto Rico defiende oficialmente. ¡Triste espectáculo que la autorice un presidente afroamericano que pontifica sobre la libre determinación y los derechos humanos! Bajo esa teoría los esclavos debieron tener como opción válida la esclavitud.
Con un rancio paternalismo colonizador proponen recomendaciones que pueden implantarse bajo la condición territorial, y que van desde educarnos para combatir el dengue hasta enseñarnos a hacer combustible con bagazo de caña. Prometen “esfuerzos” para mayores aportaciones a sabiendas que eso es prácticamente imposible bajo la situación económica prevaleciente en EU.
Proponen como “preferencia marginal” un mecanismo plebiscitario para mediante una primera ronda excluir la independencia –un derecho inalienable- y la libre asociación, seguido de una segunda en la esperanza de que hasta los independentistas terminen votando por la colonia.
Si faltaba prueba sobre el propósito del Informe ahí está la reacción entusiasta del PPD.
Pero hoy, contrario al 1952, el territorio está en quiebra económica y social. No existe un PPD omnipotente, el colonialismo está proscrito y la represión violenta y descarnada que sufrieron los defensores de la independencia no es una opción real contra los estadistas.
A mediados del siglo pasado, los estadistas, numéricamente reducidos, cooperaron con el PPD para reconstituir el régimen colonial. Hacerlo hoy cuando controlan el gobierno los desenmascararía como colonialistas estadolibristas movidos por el supremo ideal del presupuesto. La decisión es suya.
Ante el informe se impone una respuesta digna y contundente. Quien sirve a dos amos con uno queda mal. ¿De cuándo acá tienen los puertorriqueños que obedecer sumisamente lo que se pretende imponer de Casa Blanca?
Para resolver el problema del estatus, lo he dicho mil veces, tenemos que crearle una crisis política a los Estados Unidos, como en Vieques. Para ello hay que forzar a los EU a responder a nuestra voluntad descolonizadora. Es necesario que nuestro pueblo exprese de forma contundente y abrumadora en una votación SI o NO la exigencia de que nuestro futuro estatus tiene que ser no territorial ni colonial.
No se puede permitir el pretendido absurdo del Informe de equiparar las alternativas reconocidas por el derecho internacional con una alternativa colonial. Existen múltiples mecanismos procesales para dar al traste con ese intento. Incluso algunos se incluyen en el propio informe. ¿O es que también hay que someterse a las “preferencias marginales” de Casa Blanca?
Los independentistas tenemos que estimular y promover la definición final. Todos los días se hace más evidente que la estadidad no tiene futuro por ser contraria a los intereses de EU. Más aún, el que convierte en motivo primario de su acción política el miedo a la definición final y a la estadidad, termina apoyando el territorio colonial y propiciando que la dependencia y el estadoísmo sigan creciendo. En todo caso es mejor dar la batalla hoy que mañana. Quien teme a la derrota no merece la victoria.
Desde el 1898 los EU son responsables de que padezcamos un régimen territorial. No se puede permitir que sigan esquivando su responsabilidad descolonizadora. De lo contrario nos seguirán tratando como si fuéramos un campo de refugiados, o en palabras de Matienzo Cintrón como a “weleles y pendangas de países no contiguos que no hablan inglés”.
Basta de genuflexiones. Hay que darse a respetar.
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